EL SUEÑO
Estimados
amigos, en el mes de Julio he tenido un SUEÑO, no me parece un sueño común,
este sueño es el que comenzaré a narrarles.
Nos
encontrábamos buscando a un señor, era el que iba a solucionar el problema, con
la ubicación del supuesto hombre malo o del supuesto hombre inocente.
Estábamos en
una esquina y por ella pasó una mujer hermosa de pechos blancos, exuberantes y exhibidos,
la hermosa tenía vestido de color negro escotado, muy escotado, su hombre,
aparentemente su esposo, vestía un terno negro, camisa blanca, corbata azul,
bien peinado y con una seriedad sumisa.
Ella se
acercó con grandes pasos largos, con sus zapatos negros de taco alto fino,
brillosos, como de charol, piernas contorneadas y cuerpo escultural, como un
excelente ejemplar femenino.
-Mirá esa
belleza que viene, me comentó el amigo que estaba conmigo, pero que nunca
mencione su nombre.
- La quedé
mirando, de pronto su rostro entregó una sonrisa alegre y amistosa.
- ¿Han visto
al hombre buscado? Preguntó Ella.
- No,
contestamos con voz propia, y no unísonamente.
- Dicen que
fue por la escuela comentó, mientras su hombre se acercó con rostro adusto y
calculador.
- Ella
sonrió nuevamente, con una mirada y un guiño coqueto, continuando su marcha, él
iba atrás de ella, nosotros encaminamos por la avenida más transitada, ya que
nos encontrábamos en la intersección de dos avenidas.
Habíamos
caminado cerca de un tercio de cuadra cuando apareció el capitán Zevallos con
ropa de civil.
En forma
amistosa nos preguntó.
- ¿Han visto al negro Meleno?
- Mi
acompañante, mi amigo, al que nunca dije su nombre, dijo:
- Se fue para el centro.
- Yo, me quede sorprendido por su respuesta.
- Pero
Zevallos no se percató de mi rostro sorpresivo, quizás un rostro disimulado,
sólo atinó a decir:
- Vamos al
centro, en ese momento se encendieron muchas luces azules, sonidos de sirenas
de patrulleros, policías caminando uno y otros corriendo en un despliegue
impresionante, de película.
Nosotros, continuamos
nuestro camino, al llega a la esquina, encontramos una nueva avenida, el tránsito
vehicular no era mucho, también encontramos a un vendedor de maní con dulce.
-
¿Por dónde
queda la escuela?
-
La respuesta
fue:
-
¿El colegio
Manuel Arévalo?
-
Sí ,
Contesté.
-
Nos indicó:
- A una cuadra,
volteas a la izquierda, caminas dos
cuadras, después una a la derecha, ahí a
media cuadra está el colegio Manuel Arévalo, contestó el vendedor de maní,
señalando a la derecha de donde estábamos parados.
Era un día
maravilloso con cielo despejado, con bastante sol, pero a pesar de ello, todo
se veía con una mayor blancura de lo que vemos acostumbradamente.
Con mi amigo
al que nunca le dije su nombre nos encaminamos sin hablar palabra alguna;
realizando con hechos lo indicado por el vendedor de maní.
Al llegar al
supuesto colegio Manuel Arévalo, encontré a mi esposa, cuñadas y otras mujeres
en la puerta de entrada del colegio, yo al mirarla pensé:
¿Qué hacen
ellas acá?, ¿Qué hacen esas mujeres? Nos acercamos a ellas pero antes de poder decirle algo ella (mi
mujer) al vernos nos dijo.
-
Ustedes
pregunten acá, nosotras vamos al frente, por que en la posta dicen que estuvo.
-
Normalmente una
posta está compuesta de uno o dos cuartitos, en las postas atienden a pacientes
con heridas leves, de repente este hombre ha llegado con algún corte, o quizás
baleado, pensé.
-
Pero ella
porque tiene que estar detrás de esto, (Fue la continuación de mi pensamiento) además
son muchas, no van a entrar todas en la posta, nos quedamos observándolas
parado frente a un portón marrón, observándolas hasta que llegaron a su destino,
para sorpresa mía todas ingresaron en la posta
Cuando nos disponíamos a tocar el portón, del supuesto colegio
Manuel Arévalo, este se abrió de par en par, quedando a la vista una cancha deportiva de
futbol, con una grama descuidada, pues por el lado izquierdo se veía reseco y
un poco polvoriento los arcos tenían malla, también pude observar que tenían sus
tribunas para ambos laterales.
Un hombre mayor, ya casi anciano, se acercó al umbral de la
puerta, llevaba un balde blanco en su mano izquierda, este señor era trigueño, pelo corto y lacio, medio
cano, tenía una camisa corta a cuadros,
un pantalón azul marino y unas sandalias envejecidas.
-
¿ Ha visto
usted al negro meleno? Pregunte.
-
La respuesta
de este hombre fue tranquila y pausada.
-
Soy yo, contestó.
-
Lo que están
buscando no está acá, no está en mí,
ustedes lo encontraran donde fueron ellas, dentro encontraran la respuesta,
solo tienen que seguirlas.
-
Nos encaminamos,
pero volteé para verlo, el como si me estuviese esperando que giré, me dijo tocándose
el pecho a la altura de su corazón.
-
Dentro,
dentro, …
-
¿Quién era
este hombre? No era agresivo, no estaba asustado o preocupado porque lo
buscaban, era sencillo y nos encaminaba a buscar la verdad dentro de la posta.
-
¿Pero como
sabía que ellas habían ido a la posta?, si cuando ellas marcharon a la posta,
la puerta del supuesto colegio Manuel Arévalo estaba cerrada, y él detrás de
ese portón.
-
La posta es
sólo un lugar para asistir emergencias, tratamientos cortos, problemas livianos
en la persona, esto claro, relacionándolo con la salud.
-
¿Para que
tendríamos que ir nosotros a la posta?
-
¿Qué
estábamos buscando?
-
¿A quién
encontraríamos en la posta?
-
¿Por qué
ellas, aún no salían?
-
¿Quién era
este hombre que nos enviaba a la posta?
-
¿Acaso no
era al negro meleno al que buscaban?
-
¿Por qué, la
mirada piadosa tocándose el pecho a la altura del corazón, diciéndome: dentro,
dentro…
-
¿Qué mensaje
quería darme y por qué no me lo dijo en presencia del amigo al que nunca dije
su nombre?
-
Al llegar a
la posta, su fachada pintada de color rosado tenía una ventanita pequeña de
vidrios con fierro, las paredes eran de color marrón, le calcule unos 5 metros de
ancho la fachada, habían varias mujeres que a mi parecer, nos estaban
esperando.
-
Ellas muy amablemente nos invitaron a
ingresar.
-
Pasen por
favor, aún recuerdo sus sonrisas destellante, sus ojos vivarachos en esas mujeres,
pero en una de ellas me llamó la atención de su sonrisa porque en su rostro se formaban
unos hoyitos en sus cachetes.
-
Al cruzar la
puerta todo cambio, no eran los dos
cuartitos que me imagine dentro habían varios pabellones de unos 20 o 30
cuartos cada pabellón, no ingrese a ninguno de ellos sólo los observaba parado
y atónito, la fachada era angosta, y esto era demasiado amplio, en los pasillos
que se formaban entre los pabellones, caminaban más mujeres que hombres con
diferentes tipos de trajes, unas cuantas con ropa de enfermeras, hombres
poquísimos casi nada por unos de esos pasillos
entre aquellas mujeres no conocidas se perdió mi amigo al que nunca le dije su
nombre, lo busque pero no lo ubique, una señora media regordeta de pelo corto
cara redonda con un lunar pequeño en el mentón me dijo:
-
Se fue por
allá, estiró el brazo y con su dedo
índice me señaló a poca distancia un parque en donde se paseaban unos leones
mansos, eran tres o cuatro leones, me encamine al parque, cruce sin temor entre
los leones, el parque tenía un gramado excelente, muy bien cuidado, con flores
hermosas de olor impresionante, en esté parque no se veían personas, estaba
vacío, sin embargo había un hombre a lo lejos, con quien antes de cruzarnos me dijo:
-
Se fue
por ese lado, señalándome el lado
derecho del parque, camine no sé cuánto, ni que tiempo, porque a medida que
caminaba esté parque parecía que se agrandaba, me daba la impresión que estaba
caminando en una ciudad vacía, pero estaba en el parque.
-
De repente
la mujer que se acercó en la
esquina de la avenida, al inicio de
sueño con su esposo de rostro adusto, me levantó la mano y se acercó.
-
¿Lo encontraste,
verdad? Preguntó bambaleando sus senos.
-
Yo sólo la
miré, no contesté, ella sonrió.
-
En ese
momento ella como se hizo más alta que yo, el escote de su vestido se hizo más
extenso y la voluptuosidad de sus pechos empezó a hipnotizarme, con un
movimiento picaresco los acercó a mi rostro diciéndome:
-
Muérdelos,
chúpalos, bésalos, permanecí sorprendido, miré a un costado un poco temeroso
por la reacción de su pareja, pero la seriedad de ese hombre empezó a
desaparecer, comenzando a sonreír.
-
Ella pego sus
senos a mis labios, y, yo tímidamente, casi escondido de él saque mi lengua
rosando con sus senos, ella dijo:
-
Sigue sigue,
se puso la mano bajo de su busto y me invitó colocándome los pechos en mi
rostro.
-
Al buscar
con mi mirada a su pareja, él sonriente
y muy cortés también me invitó diciéndome:
-
Sigue,
bésalos, ¿Por qué no lo haces?, ¿Te gustan? Sigue.
-
Ella los
pegó a mis labios, yo coloqué mi lengua en su hermoso busto, pero inmediatamente, de
forma súbita, dije casi gritando:
-
¡No! ¡esto
es un juego para caer en pecado!, no puedo hacerlo, no debo hacerlo.
-
Al decir
esto, de un momento a otro me vi en un
pasaje lleno de árboles, comencé a caminar.
-
Miré que un
árbol de palta daba tantos frutos, que
estos frutos se caían del árbol y la gente lo recogía.
-
Las caiguas
son rastreras, normalmente nos dan su fruto en su enredadera; no dan sus frutos en árboles; pero en esta
ocasión las caiguas mocheras estaban en un árbol.
-
De este árbol
se desprendían sus hojas secas, color naranja al piso, y
también cantidad de frutos, es decir cantidad de caiguas.
-
Seguí
caminando y otro árbol hacia lo mismo, pero también era otro fruto que daba en
arbusto, no recuerdo que fruto era.
-
Seguí
caminando y vi que un árbol daba frutos casi como plátanos, eran plátanos, pero en la parte donde nace el plátano, este
tenía una forma casi cuadrada, en este espacio había un rostro de serpiente, en el que resaltaba más
los ojos abiertos de una serpiente, estos ojos eran azules, la mirada que
irradiaban los ojos de la serpiente en los fruto,
me producía cierto temor; daban la impresión que tenían vida y observaban; este árbol tenía
muchos frutos, ninguno caía, entonces yo dije:
-
Este es el
árbol de bien y del mal y no como dicen, este es el árbol prohibido, está en
esta calle como los otros árboles, que
dan frutos y el hombre los coge cuando caen, pero como de este árbol no caen
sus frutos, entonces hay que cogerlos, no es voluntad de Dios que los cojamos,
es por voluntad del hombre cogerlos.
-
El hombre a
sabiendas, lo coge, porque si uno ve bien, es como si una serpiente estuviese metida dentro del
frutos, esto hace ver a todos los frutos como una serpiente con ojos vivos que
dan temor, porque pareciese que todos sus ojos no nos quitase la mirada.
-
Seguí
caminando y se acercaron varios gatos, uno pequeño vino a morderme, pero le
tome la cabeza, jalándole de tal modo que la desprendí de su cuerpo, no le
salió ni una gota de sangre.
-
Entonces fui
llevado a un lugar parecido a una plazuela circular, con un monumento en el
centro, no habían casa por alrededor, pero si pasaban muchos automóviles, uno
de ellos me llevó al balneario más cercano, tenía un parecido al balneario de las delicias, pero cerca de sus playas estaban
unos cerros.
-
Cuando llegue,
todo parecía estar bien, pero al poco rato me alarme, al mirar a la orilla del
mar, miré que la gente entraba a la playa y salía con todo su cuerpo manchado de negro,
como si les hubiesen embetunado de aceite quemado, o petróleo, no sé, también
salían delfines, como si estos delfines caminasen,
para morirse unos sobre otros, todos estos delfines también estaban embetunado
igual que los hombres, después de que se metían y salían del mar, los peces
también salían embetunados y no embetunados a morirse en las orillas, los
hombres escogían los no embetunados y se los llevaban.
-
Posteriormente
comenzaron a salir monstros marinos pequeños, más pequeños que los hombres
adultos, que caminaban en las orillas con la gente, no atacaban, ni eran
atacados, sin embargo yo, les temía, les comencé a decir a algunos de los
lugareños, ellos los van atacar huyan, se hacen los pacíficos, los están
engañando, pero nadie me escuchaba, como si me ignorasen, a pesar de saber lo
que les decía, y poco a poco más hombres se iban manchando de negro.
-
Mire al
horizonte del mar, de ese fondo donde solo vemos una línea del mar y un inicio
de los cielos empezó a formarse unas olas enormes, cuando se acercaron a la orilla desembocaron
unos monstros marinos enormes, tenían patas, sus manos eran como nuestras
manos, es decir como manos de seres humanos, algunos cuerpos eran como delfines
gigantes con colas de dinosaurio, otros como patos gigantes pero con rostro de
dinosaurios con dientes filudos, y otros de formas jamás vistos, como una mescla de serpientes y aves,
pero ninguno volaba.
-
Estos
comenzaron atacar a los hombres y a matar humanos, yo gritaba huyan entonces
comenzaron a correr, todos corrían de un lado para otro sin escapar,
prácticamente esos seres eran gigantescos, entonces los primeros monstros al
ver lo que hacían los monstros gigantes ellos también comenzaron a atacar humanos.
-
Los humanos reaccionaron
contraatacando y matando a unos cuantos monstros, otros seres humanos trataron
quitarse las manchas, los humanos que no tenían manchas huyeron.
-
Los monstros
eran más fuertes, unos de estos monstros gigantes llegó a mí enfurecido, no sé
si él se achico o yo me agrande, me
parece que este hecho hizo que no me tocase, entonces el monstro fue correr a otro humano, yo me puse a gritar a
los cerros, suban a los cerros, a partir de ese momento algunos humanos empezaron
a correr a los cerros para salvarse, a los que subían los cerros los monstros
solo los miraban.
-
Aún sin desaparecer
de mi mente lo visto, el temor y la ira de lo que había sentido, me encontré en otro camino.
-
En este
camino iba con alguien, nunca le miré su rostro, sólo sentía que estaba con alguien,
caminábamos cerca de una línea férrea, en sentido contrario mucha gente pasaba
con canastas que contenían víveres, otros llevaban bultos sobre sus vacas, pero estas vacas eran diferentes a las
vacas que conozco, tenían plumas en sus cuerpos, alas con plumas, su cabeza no
era de vaca con cuernos, eran de un ave con cuernos, su cola también eran de
plumas delgaditas, estas plumas eran diferentes, tenían formas de flores de multicolores.
-
La gente que
pasaba en sentido contrario era humilde, con sandalia de cuero, calzado propio
de campesino, otros vestían con zapatos de trabajadores industriales y zapatos
de vestir pero a todos se les veía humildes, llevaban paz con ellos, las
gallinas y los pollos eran como todos los conocemos, seguimos caminando y nos
acercamos a un pequeño pueblo.
-
En este
pueblo también había personas que salían del pueblo, con pequeñas canastas, sin
embargo no salían las personas que tenían quiosco, bodega u otros tipo de
negocio.
-
Todos los
que abandonaban el pueblo y pasaban por mi lado, no se percataban de mi
presencia, entonces mi acompañante me dijo:
-
Todos huyen,
pronto llegará la muerte.
-
Yo pregunté:
-
¿Y ellos? No
me contestó, entonces les dije a los señores que no abandonaban el pueblo, huyan uno de ellos me miro molesto, pero no se
movió, continuó limpiando su mercadería.
-
Lo extraño
de esto es que hasta los pollos parecían huir siguiendo a sus dueños.
-
A los lejos
se escuchó el sonido de un tren el mismo que se acercaba rápidamente, este tren
traía gente armada, esta gente llevaba unas armas como metralletas, pero que en
su punta era cónica con un borde de más o menos 10 centímetro de diámetro.
-
Estás armas
no disparaban balas, pero emitían ultrasonidos que las personas y animales caían
muertos, los alimentos, frutas, cereales productos enlatados, productos en
bolsa y todo los demás se envejecían hasta quedar solo polvo o nada.
-
La gente
armada eran humanos comunes y corrientes, llevaban gorras elaboradas con paja
algunos con ala ancha y otros con ala corta, su rostro de la mayoría eran con
bigotes trigueños estaban uniformados de color beige, con botas negras pero
llevaban marcas como tatuajes en sus cuerpos.
-
Yo agradecí
a Dios porque el pueblo estaba casi desierto, después de matar y destruir lo
poco que quedaba subieron a sus trenes y
se marcharon.
-
Luego me vi
en el mar era un hermosa playa más allá
mire como una ciudad nueva aparentemente estaba deslizándome sobre el agua y no me hundía, mire entonces a jóvenes sobre
yates y motos acuáticas de modelos como aves, lo miré como una rareza, pero más
raro me pareció unos animales como delfines, digo como delfines porque los que
conocemos son conocidos como nariz de botella, pero estos delfines tenían la cabeza,
más parecida a la cabeza de pescado, pero sin escamas.
-
Estos animales
llevaban unas personas paradas en su lomo que competían
con los jóvenes de las motos, se deslizaban a una velocidad tremenda subiendo
sobre una superficie o borde que parecía una piedra de color negro, se elevaban
para caer suavemente a unos 200 o 300 metros todo era alegría, el único sor
pendido era yo, pero todos me ignoraban.
-
Además miré otros animales como tiburones pero su boca
eran como la de los perros, daban la impresión que me sonreían, eran tan obedientes,
tan mansos que en sus lomos se desplazaban humanos, muchos de ellos menores de
edad, todos reían, jugaban felices sobre las aguas.
-
Los que caían
sobre el mar, no se hundían, ni se desesperaban, habían unas bollas como
pelotas negras, con puntas redondas que flotaban en el mar, estos peces también
jugaban con esas bollas como los delfines, se deslizaban hacia la parte final
de un hermoso puente, de un momento a
otro todo se oscureció un poco y la ciudad adquirió una iluminación espectacular,
recién me di cuenta de sus edificios iluminados, sentí que en ella se respiraba
paz, tranquilidad, dentro de una figura muy armoniosa, entonces me di cuenta
que estaba en un mundo diferente o en una nueva tierra.
-
Esto es todo
lo que soñé, no sé por qué, pero me siento como obligado a contárselos amigos míos,
les agradeceré sus comentarios.
WILLDER
GAMARRA SOLES
TRUJILLO
PERÚ
28.07.2013
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