viernes, 8 de octubre de 2010

EL ENCUENTRO (ES UNA HISTORIA LLENA DE AMOR, FIDELIDAD Y BENDECIDA POR DIOS)



EL ENCUENTRO
(ES UNA HISTORIA LLENA DE AMOR, FIDELIDAD Y BENDECIDA POR DIOS)




Sus dedos, tocaban rítmicamente la mesa, su mirada navegaba en el vacío, sus pensamientos estaban en nada, sólo movía sus dedos por un  instinto armonioso, entonces sus mejillas se humedecieron, las lágrimas arrastraban recuerdos y soledad, su rostro aparentaba recibir una brisa marina, es lo que sentía, vivía sus momentos, comenzando a focalizar movimientos, bullicios, él habla del mar, que en su murmullo cuenta años de historia y sabiduría.
El tiempo no era su problema, él recordaba perfectamente y podía sentir la brisa y su presencia, pero lo que no podía aceptar, era la vida sin ella. Sus manos callosas, jalaban la red contento por llegar a ofrecer a su amada lo que le ofrecía el mar, toda su vida fue ella, solamente ella, pero aquella vez que la vio llorar, su corazón sufrió tanto como su pensamiento, nunca gustó de ver llorar a las mujeres.
-No deben llorar, y no es hombre el que hace llorar a una mujer, el que abusa de su debilidad, pues son tan frágiles, a pesar de lo fuerte que son en su fidelidad y en su amor – dijo, haciendo un puño, golpeo la mesa como si llamase la tención a otra persona, su gesto severo y amenazante hubiese atemorizado a cualquier presente, pero continuo hablando con su soledad.
-Además, las mujeres al pasar los años se ven como se les ha tratado y, el tiempo se va corriendo, si les tratas mal, simplemente le acortas la vida, es decir que esa fuerza interna que tienen, se debilita, es como si les sacasen el alma, quedándose sin sus sueños, porque cuando se deciden a estar contigo, es porque ella piensa que encontró el sueño de su vida, el hombre es la ilusión de ella, se une a él pensando que a su lado va a encontrar felicidad, protección y comprensión.
Sí, ella era tan linda, para él no existía otra mujer más bella, que su mujer, lo sabía desde el momento que empezó amarla tanto, quizás antes de ser su enamorado, ya sentía algo por ella. Sus dedos jugaban con la mesa, en una acompasamiento coordinado, hasta que  terminó la canción que escuchaba, suspiró y, - Dijo:
-Perdóname, amor mío, si en algún momento te hice llorar, juro que estás lágrimas son por ti, por el amor que he tenido, tengo y, tendré por ti; que jamás fue mi intención ver  sufrimiento en tu rostro. Por que tú solamente has sido la única mujer en este mundo para mí y, Dios sabe que no miento, aunque estés ausente, te digo que escuches mis palabras sinceras de hombre que supo, sabe y, sabrá amar de verdad.
La vio llegar, era  alta delgada, sonreía siempre y el viento gustaba de jugar con sus cabellos – Y, continuo su sueño despierto.
-Eres mi sirena pérdida, pero en mi corazón te llevo y, le pido a mi Dios, que en su reino, me permita estar a tu lado, porque necesito tanto de ti, que mi corazón quebrado, no sabe como trabaja, sin su otra mitad, ni de dónde saca tanta fortaleza para seguir viviendo.
El mar, tranquilo, regalaba su aroma, mientras en el cielo azul, las gaviotas jugaban planear, en los aires encontrados de la playa, atrás de ellas, el cielo se mostraba claro, despejado, el sol estaba alegre, como ella, su amada, que siempre tenía una sonrisa,  ¿Cómo haces para ser feliz? – preguntó él.
-No lo sé – contestó ella, preguntando.
-¿Qué haces tú para mantenerte en pie, todos los días?
-Te diré mi secreto - contestó él -  solamente recordarte. Esperando tenerte frente a mí para poder contemplar tu belleza, tomarte de la mano y pasear contigo.
Recordó cuando la levantaba de la cintura, teniéndola cargada daban vueltas, haciendo que su faldón celeste se levantase dejando pasar al caprichoso viento entre sus piernas mientras ella gritaba y sonreía. Escuchó, la voz de su amada diciéndole.
-Te quiero, tú eres mi amor, mi vida entera, el amor de mis amores – sonreía, soñaba despierto, como si ella estuviese a su lado.
-Tengo tantos recuerdos hoy, para decirte y, sonreír juntos, caminar bajo la lluvia como antes, que era lo que más te gustaba, llevarte al mar para conversar con él – hablo parándose como queriendo tomarla en su imaginación -  sobre nuestra juventud, pasar mis manos, sobre tu suave piel, a escondidas del mundo y de la inocencia que llevabas contigo, cogiendo el rocío  de tus pensamientos y, decirte una y otra vez, te quiero mi amor, te quiero. Escucharte decir: Yo, te amo.
Correr juntos, saltar de la mano sobre la arena dejando nuestras huellas y, verte comparar mis pasos con los tuyos, parándome de rato en rato para poner tu pie, sobre la huella de mi pie en la arena, abrazándome a la vez que colocabas tu delicado rostro en mi pecho, diciéndome esas palabras tan sencillas pero hermosas, al ser pronunciadas con la delicadeza de tu voz, mi vida, eres mi vida.
Huir de los demás, en el silencio de nuestras noches mientras nos abrazaba el amor y la esperanza. Quizás no vivamos como antes, pero te prometo que jamás me volveré a separar de ti.

Cuando veo tu fotografía por las noches, me siento renacer, entonces el tiempo no puede conmigo, porque no lo siento pasar. Estoy, recordando tu presencia, en tu ausencia, ya no existen excusas para no estar contigo, aunque estuviese muriendo, en mi desolación, no dejaría un momento de estar a tu lado, porque eres tu mi propia vida y, porque el aroma de tu piel está presente, es la fragancia natural que emanas, que es envidia del más exquisito perfume. Siento tristeza de no poderte abrazarte, es como si no quisieras estar en mí y, yo vivo contigo, abrazado de tu juventud.  Pero hoy recuerdo tu mirada y tu forma de amar con esta lluvia, que no me quiere contar donde estás y, el sueño que se aleja de mi y no viene, dejándome sólo con este  amor escondido en ti, quisiera saber, si en las noches me buscas, como yo te busco desesperado, como esclavo de tu piel, tratando de amarte, como lo hice. Hoy estoy recordándote sin pecado, porque lo nuestro fue un amor perfecto, en el universo de los amantes, de los amigos, de los esposos.
Vivo poco de día, por esperar las noches y, poder en mi ilusión recorrer tu piel, en mi soledad cuanto de mí daría por estar contigo, espero el amanecer para volver a estar unidos. Porque sólo vivo y, de qué me sirve el mundo si voy a estar sólo, pero tengo tranquilidad porque siempre estaré escuchando tus palabras en ese juramento de amor que no permite traición.
-¡Tú! ¿Dónde estarás? Quizás cuando me vuelvas a ver, me esquives la mirada, al no reconocerme, con el pelo cano y, escaso, pero sé que no es verdad, sé que en el momento que me veas pasar tu corazón latirá, el me recordará aunque tu mente este distraída, yo veré tu sonrisa y percibiré el olor de tu piel, entonces  reconoceré que eres tú, por más escondida que este tú imagen, porque se que no duermes sin pensar que pronto estaré contigo, se que por las noches nuevamente abrazas tu almohada, soñando que estás conmigo y yo contigo.
En mi lecho con mis recuerdos converso con mi almohada que es testigo, de lo que digo. En silencio escucha mis susurros y, gritos desesperados, también escucha mis sonrisas y carcajadas, cuando siento pena o alegrías, cuando mi amor está tranquilo. No pienses que no siento el calor de tú mirada, también siento celos por la mirada de alguien, pero confió en tu mirada, porque siempre fue mía, como son míos, esos ojos color caramelo, que hacían tiernos mis días. No tengo celos de tu boca porque ella siempre me dijo que me amaba, en todo momento me besaba unida al pensamiento tuyo, que nunca le mintió para que hiciera lo justo, diciéndome cosas libremente, pues ella y, tu pensamiento me fueron fieles. No tengo celos de tus oídos, ellos siempre escucharon mis palabras desde que te pedí que seas mi enamorada; fueron celosos escuchando todo lo que relacionaba con mi persona, siempre he sentido placer a tu lado.
Lo que siento hoy no es agonía, es sólo un sentimiento afligido contenido, por esa lucha de espera, por tu ausencia. Pero sé muy bien que mí amor está en tu cuerpo, como el tuyo está en mí. Quizás recuerdes los veranos, como yo recuerdo, viéndote correr a mis brazos, sonriendo y, con esa mirada que emanaban un enamoramiento profundo. Esa mirada penetró mucho, muy adentro, haciendo raíces en mí corazón, dejando huellas en mi vida.
Sabes mi amor, jamás encontrarás a otro hombre que te quiera como te quiero, que te recuerde, como yo te recuerdo, que te cuide como yo lo hice. Para mí, el trato que el hombre debe dar a su mujer, es…, con la delicadeza que tomas el pétalo de una flor, la que no quieres que se marchite en tus manos.
Tú, no eres mi recuerdo, no estás perdida, siempre estás conmigo, vez, sonrío, no cometo error, soy cuidadoso en mis desvelos, y converso contigo porque se que los vientos son amigos de las nubes, ellas del mar, el te contará, porque tú eres mi mundo, no estás perdida, eres mi espera, y mi  ya es corta, me verás diferente, pero me reconocerás por que lo llevas dentro es mío y  lo mío es tuyo.
Para mí, es difícil comprender que te fuiste para siempre, no, no para siempre, sé que te volveré a ver, a tenerte, quizás hoy no, pero si mañana; no es un sueño, es una promesa de Dios, así como nos separamos, nos volveremos a unir, porque yo soy tu dueño; el dueño de tus días, de tus sueños, de tus alegrías de tus cantos, porque yo te enseñe las cosas del amor humano, sé que me recuerdas y, cuando estés conmigo, el cielo se abrirá, para mí, porque tú no eres nada sin mí y, yo no soy sin ti.
-¿Recuerdas nuestro juramento? ¿Cómo nos decíamos, el uno al otro? – Preguntó-
-Tú siempre tendrás las llaves de la puerta de mi corazón – escuchó la voz de ella que contestaba -, esas llaves son únicas, no hay otras, es por ello que mi amor, que es tu amor, está seguro en mí y, soy dueño de tú amor, porque antes de darte mis llaves, ya guardé las tuyas dentro de mi corazón, por lo tanto tu amor está seguro en mí, como yo en ti, porque dentro de mi corazón guardé las llaves de tu amor, para que nadie pueda robarme lo que tanto cuide con esmero y, paciencia – trago un poco de saliva y, contestó.
-Escucha, soy el médico de tu amor, mas mi corazón tiene el sentimiento de oro, un sentimiento muy preciado y dorado, jamás se enamoró nuevamente, porque sólo nació por ti, es un gran amor, que se hizo inmenso como el mar, que es más, que los continentes, y como el mar está rodeando a los continentes, entonces mi amor, está contigo donde quiera que estés, sólo tienes que mirar el mar o, las nubes, porque casi todas las nubes, son formadas por las aguas del mar y, las que no son del mar también saben de mí, porque las otras nubes le conversan de lo mucho que te amo, pues el mar sabe tanto de nuestro amor, como nosotros mismos.
Mi amor, no fue quién se alejó de ti, por un juego, por una experiencia; jamás va a dejarte de amar, jamás dejo de estar loco por ti, en tu ausencia, no hubo mujer que besara mis labios, son tuyos y solo a ti te pertenecen, porque sólo he navegado por tus venas, llevando mi amor a tu corazón, no hay otra mujer que pueda decir que he navegado por sus venas, si una se atreviese a decirlo, ella estaría mintiendo, porque sabes bien que yo nunca te mentiría. Vez, es por ello que no he podido dejar de amarte, jamás he podido mentirte, como también jamás has podido mentirme, y si en el cielo los Ángeles hacen una encuesta, ellos que lo saben todo, dirán que no hubo hombre en la tierra que amara tanto a su mujer, como yo te ame, te amo y, te amaré.
Eres la mujer más bella, eres diamante puro, tu voz, es el arrullo de mis sueños; tu imagen, la inspiración que me hace conversar con la luna, ella me dictó tantos versos que, quedé sorprendido del amor que tengo escondido, de ese amor que es para ti. Este amor es mayor, quizás no encuentre palabras para mis poemas, palabras para expresar todo lo que siento por ti, mis pensamientos se confunden en la inmensidad, hasta que vuelvas, pero recuerda, que no nos alejamos, porque nosotros quisimos, nos alejamos para poder cumplir, mi promesa con Dios, porque sólo Él está sobre nosotros mismos, siempre he sabido que volveré a verte y,  yo esperaré.

La policía golpeaba la puerta insistentemente, mientras un joven gritaba por la ventana
-¡Don Matías! ¡Don Matías! ¡Habrá la puerta!  - Pero, no recibió respuesta alguna
-Sargento, proceda – ordenó el teniente.
-Abran la puerta – dijo el sargento.
Don Matías estaba sentado en su mueble, en la mano sujetaba un periódico, tenía la cabeza reclinada al pecho, daba la impresión que estaba dormido, los vecinos, se aglomeraban en la puerta, él había dejado de mover los dedos rítmicamente, pero sus pensamiento continuaban aislados de la realidad, de la curiosidad de los vecinos, de la desesperación de los agentes.
-¿Qué tendrá? Pobrecito, se decían entre ellos.
-¿Usted lo conoce? – preguntó el teniente dirigiéndose a una de las presentes.
- Si, no tanto, el señor es un hombre que para con la lectura bíblica - es un buen hombre  contestó la mujer.
-¿Qué le ocurre al señor? – preguntó a la vez la mujer.
-Nosotros recibimos una llamada de emergencia – contestó el teniente.
-Yo, llamé – dijo Martín – porque ayer pase a verlo, pero estaba en asiento dormido, no quise interrumpir su sueño, hoy en la mañana nuevamente lo encontré en la misma pose, entonces lo llamé por su nombre, en reiteradas ocasiones y no me contestó.
-He golpeado la puerta fuertemente – prosiguió – pero no me hizo caso, entonces llamé a la policía, bueno entonces también llegaron ustedes.
-¿Por qué no avisaste? – dijo Doña María.
-Pensé que dormía -  contestó Martín.
-Pero como va a dormir desde ayer, en ese asiento todo incomodo – dijo carmen, haciendo la observación por la silla de paja, con armazón de fierro.
-No, ayer cuando pasé no tenía el periódico en la mano, entonces pensé que nuevamente se había sentado hoy,  para leer el periódico – replicó Martín.
-Los bomberos, sacaron a Don Matías en camilla, lo condujeron al hospital, en el hospital ya, esperaban los médicos al paciente, entre los miembros del voluntariado se encontraba Doña Inés, que se acercó a colaborar, como de costumbre, pero la pobre mujer quedó paralizada como si un balde de agua fría le hubiesen echado de un momento a otro.
-Doña Inés, Doña Inés ¿Qué tiene? – dijo Karla tomándole del brazo.
-¡Hay, Jesús lindo! Ese hombre que han traído, es el hombre que quita mis sueños, por quien he orado tanto porque regrese, él es mi amado - dijo Doña Inés, al momento que se sentó en uno de esos asientos de espera.
-Por favor, un calmante, rápido, por favor – dijo Karla, dirigiéndose a unos de sus colegas enfermeros.
-Él, es el hombre por quien me he guardado, todo estos años, yo sabía que regresaría, que lo volvería a ver ¡gracias Señor Mío!  Has cumplido mis sueños – dijo Doña Inés -, ¡Hay! ¡Hay! - Se quejó, tocándose el pecho.
-¿Qué pasa? ¿Qué tiene? ¿Qué le duele, Doña Inés? – Preguntó Karla.
-Me duele el pecho hija mía, contestó
-No se mueva, es la impresión – dijo Karla.
-Se acercó Aurelio con la pastilla y, un vaso con agua - ¿Qué pasa Doñita? – le preguntó acariciándola con cariño.
-Su esposo ha regresado – dijo Karla.
-Que bien, la felicito Doña Inés – dijo Aurelio.
-Está en emergencia – susurró Karla.
-Voy a ver como está, no se preocupe Doñita – se retiró corriendo Aurelio.
La noticia se propagó por todo el hospital, Inés era una señora muy querida en el hospital, era conversadora y, amiguera, a casi todos les habló del amor de su vida, del amor de sus sueños, del juramento que se hicieron, que sólo les daría a conocer esté juramento el día que él regresase  porque era un secreto. Todos pensaban que lo del juramento era falso y, que su esposo nunca regresaría o que había muerto, por ello los que le conocían le decían Doña Juramento ó Doña Inés Juramento, a lo que ella contestaba cuanto quisieran ustedes tener una promesa tan hermosa como mi juramento.
Doña Inés no se movía del asiento que se encontraba frente a la habitación en donde se encontraba Don Matías, al salir el médico se acercó a preguntar por el paciente.
-¿Dr. Cómo se encuentra, el paciente?
-El Dr. al ver el rostro preocupado de la señora dijo - ¿Lo conoce usted?
-Sí Dr. es mi esposo se llama Matías Ruperto Gonzáles Ochoa.
-Pero…, si usted…, disculpe…, pensé que estaba de viaje ¿Cuándo regreso? ¿Por qué lo encontraron sólo?
-No sé Dr. Yo recién lo he visto hoy en la mañana cuando ingresó por emergencia.
-Dígame Dr. Por favor ¿Cómo se encuentra?
-Mire señora, las cosas hay que tomarlas con calma, la verdad es que hasta el momento no reacciona, lo tenemos en cuidados intensivos, estamos sacándole todo tipo de análisis, esperemos hasta mañana, haber que pasa.
-Dr. Puedo verlo.
-No señora, por el momento, no. Es mejor que vaya a descansar y regrese mañana.
.No Dr. mi obligación es estar con él y aquí me quedó, aunque no esté a su lado, estaré en éste asiento esperando, su recuperación. Si el Señor me lo ha traído no me va a dejar sin que pueda verlo, tocarlo, hablarle, de aquí no me mueve nadie.
-Muy bien señora – Contestó el médico - Karlita por favor qué le den todas las facilidades a Doña Inesita, incluida la cafetería, el gasto es mío.
-No se preocupe Dr. – Dijo Doña Inés –
-No, señora mía, a usted yo le debo mucho – y se retiró sin esperar respuesta.
Al poco rato se acercó un joven con dos tazas de café con leche y unos panes con queso, otra jovencita, se acercó con unas frazadas y almohadas.
Al día siguiente, por la tarde Doña Inés interceptó al Dr. Preguntándole.
-¿Dr. Cómo se encuentra, ha mejorado?  ¿Ya puedo verle? ¿Por favor dígame que sí?
-Tranquila señora, el caso de su esposo, está medio raro, todos sus análisis están bien, pero, es como si el no quisiera escuchar, está como ensimismado, es como si estuviese conversando con alguien y, a la vez no desea ser interrumpido, se encuentra en un recogimiento íntimo, pase señora, que si usted logra que él le escuche, se lo recuperamos rápido.
-Matías,...  amor mío – dijo Inés -, tú eres mi vida, sin ti el mundo no es nada, tú eres el inmenso mar que he esperado, desde tu partida en forma inmaculada, Dios es testigo de mi verdad y, de mi amor.
-Durante estos años he cumplido mi promesa fielmente, mis ojos solamente han visto la imagen de tu recuerdo, mi mente sólo ha pensado en ti, para entregarte este amor a tu regreso, mi boca se ha guardado de toda palabra, para poder pronunciar  a partir de hoy todos mis sentimientos, mis labios se encuentran deseosos de besar los tuyos, pero mis palabras quedan cortas para lo que siente mi corazón, éste corazón que quedo cautivado desde la primera vez que te vi – acariciando su rostro le dijo – siempre has sido el hombre guapo que conocí, el tiempo no ha podido quitar tu esbeltez y, estoy segura que también no ha podido borrarme de tu mente, mucho menos de tu corazón, porque nosotros juramos en la playa frente al mar que es nuestro testigo, en ese día de cielo azul en donde las gaviotas y las pardelas se alborotaron al escucharnos.
-Una asistenta  corrió a comentar lo sucedido y que la señora Inés le iba a decir el juramento a su amado esposo que estaba moribundo, los curiosos empezaron a llegar.
-El viejo movió los ojos sin abrirlos, su rostro reflejo alegría, es como si su pesar se fuese aliviando, era como si la molestia interior que le estaba fatigando el ánimo, se alejase.
-Miren – dijo el Dr.-, Le está escuchando, se estaba dejando morir de amor, siga hablando señora.
-Háblele cerca, al oído – dijo Karla.
-Pero ella no les escuchaba, porque ella estaba viviendo su encuentro, con su amado, ella estaba ilusionada, como si en algún momento los dos se dirían al unísono, el juramento como siempre lo hicieron en antaño, entonces tomó su mano, en ese momento sintió emoción como si él también hubiese apretado su mano, miró la mano de Matías, ésta seguía igual pero ella sentía como si la mano de su amado le apretase, como si le exigiese que no le deje, como prometiéndole que no le dejaría jamás, entonces su corazón daba golpes enormes, como queriendo salirse, sentía algo en su garganta sus amígdalas se juntasen, hablaba entrecortada, y tomo aire para esconder las lagrimas que querían salir a torrentes, y el sollozo quedó como un nudo en su garganta, comprendiendo que no era el momento apropiado para salir, pero estaba a la espera ya que ella no resistiría mucho para retenerlo en la garganta, por que  ella  estaba muy emocionada, sabía que él le escuchaba, que se estaba comunicando con ella, de esa forma tan extraña que ella sentía y, que no era la primera vez, ya cuando era estudiante ella sentía lo mismo  cuando no veía a su Matías, ahora después de tantos años, sabía que lo que sentía ahora no era más que un verdadero amor, y que desde antes lo amo tanto como ahora, a pesar de que él, no se lo podía decir por el estado en que se encontraba, ella que sentía que él le llamaba y estaba a punto de decir con su silencio su amoroso juramento, porque se sentía unida a él, como si fuese ese el momento mágico de su vida, entonces sacó de ella ese sentimiento guardado por tanto tiempo, recordó sus caminatas por las calles, por las arenas esperando y, recordando sus abrazos, sus caricias, sus besos, que sólo caminaba pensando en él, cuando él le llamaba para ver las estrellas, recordó que siempre  soñó con ese momento de volverle a ver. De decirle y, a la vez escuchar que le quería, que le amaba, pero él estaba inconsciente, todos estos pensamientos fueron tan rápidos, que los que estaban rodeándole, no percibieron el momento de su silencio.
-En mi corazón tengo una llave guardada, que la guardé para que nadie se apodere de lo que tanto cuidaste con paciencia, ternura y, amor, porque jamás encontraré otro hombre que me ame de verdad, porque mi amor sólo nació para ti y tú eres su dueño, vez es por ello que te he esperado, tú eres mío , ya cumpliste con tu Dios, mi Dios y, ahora has regresado, jamás he dudado lo que me dijiste, Él ha cumplido, porque siempre cumple lo que dice, Él es el Dios de la verdad, apretó la mano de su amado entre sollozos y le dijo:
-Yo se que me estás escuchando, repite conmigo amor mío, Tú siempre tendrás las llaves de la puerta de mi corazón, esas llaves son únicas, no hay otras,  es por ello  que mi amor que es tu amor, está seguro en mí y, soy dueño de tu amor….
Matías continuaba en sus pensamientos esos pensamientos que tanto le llenaban de vida, que le daban la fuerza para seguir viviendo y mientras lo trasladaban de su casa al hospital en ese movimiento soñó:
-La balsa era de totora, se mantenía estable y no había remos, estaba sólo en la inmensidad del mar, más no sentía temor, se encontró tranquilo, como si estuviese buscando esa tranquilidad, levanto la mirada al cielo, éste se encontraba despejado, el sol era radiante, él sentía gozo, alegría.
Entre el sol y las aguas hacían un clima perfecto. Miró a su alrededor no hubo nadie, de repente la balsa comenzó a moverse sin rumbo, pero él estaba calmado, se sentía seguro en su balsa, dos tiburones enormes se acercaron para atacarlo, él transpiro tanto que su camisa se presentaba totalmente mojada, los tiburones se dirigían rápidamente para atacarlo, el pensó que hago en esté lugar sólo, pero su pensamiento se cortó por el temor al ver que los tiburones estaban cada vez más cerca.
-¡Dios mío! – dijo -. He de morir tragado por tiburones después de recorrer el  mundo, he tratado de ser justo, ¿Qué puedo hacer en ésta balsa indefensa? ¡De ésta manera, Señor terminaran, mis días!  Mi amada, Señor ¿Dónde está, mi amada? ¿No vas a cumplir tu promesa conmigo?
La balsa se movió bruscamente, él sólo se limitó a agarrarse, no tenía miedo de morir, levantó su mirada, en los cielos aparecieron dos aves gigantescas, una era gaviota, la otra pardela, eran tan grandes que se tragaron a los tiburones de un sólo bocado, cada una de ellas un tiburón, quedaron volando sobre él dándole sombra por largo rato. De repente la balsa empezó a moverse nuevamente.
-¡Señor, Señor! ¿Por qué, no me escuchas? – dijo.
Cuando terminó de hablar las aves desaparecieron, él quedó en silencio pensando y, gritó.
¡OH, Señor, perdóname!  Ellos eran mí auxilio, Tú los enviaste para socorrerme ¡Que tonto he sido Señor! ¡Perdóname, Señor! No he sabido reconocer tu mensaje, tu ayuda, que ingrato he sido, he desconocido tan grande beneficio, has cuidado de mi vida y, sin embargo, me he atrevido a reclamarte, ¡Perdóname, Señor!  -gritaba en su soledad.
-Yo sé, Señor que Tú nunca me abandonarás, que siempre estás conmigo en todo momento. – quedó en silencio un momento.
-He hablado como un mal agradecido, Señor, porque después que he recibido tu auxilio, no te he agradecido y, me he atrevido a decirte, Señor por qué no me escuchas. Ahora comprendo, esas aves estaban para protegerme, representaban tu protección.
-¡Señor, perdóname! He pecado, después de servirte tanto, he pecado, ahora sé por qué dices, así hayas curado o, predicado en mi nombre, Yo no te reconoceré.
-Nosotros, no estamos para que hagas nuestros caprichos - dijo -, sino que estamos para cumplir tu voluntad.
-¡Señor, Dios mío! ¡Perdóname! OH Señor creador de todo cuanto existe, te pido perdón, considérame Señor aún como tu siervo, ten piedad de mí y, de mis errores. ¡Soy humano, Señor! Cometo errores, pero te pido Señor juzgues mi corazón, mi corazón es noble y, sigue tus enseñanzas, porque bueno solamente Tú mi Señor.
Las aguas se calmaron, dos aves se posaron en su balsa, esta vez eran pequeñas, parecían una pardela y, una gaviota bebe.
-¡Gracias, Señor! – Gritó –, no interesa el tamaño de estás aves, lo importante es que Tú las envías para protegerme, aún si fuesen recién nacidas, nadie podrá hacerme daño, porque Tú las envías, entonces estoy seguro nuevamente porque Tú estás conmigo y, yo estoy contigo Señor.
-Nosotros estamos, porque somos testigos tuyos – habló la gaviota.
-Estamos para ver la felicidad de tus ojos – dijo la pardela -, porque los que hacen de su corazón, un corazón bueno y fiel, ellos son de Dios.
-Lo que Dios une el hombre no puede dividir, las leyes del hombre, no son las leyes de Dios, sólo se debe seguir la leyes de Dios y, tú seguiste la ley de Dios – dijo la pardela.
El silencio se hizo presente nuevamente, Matías se quedó dormido.
-Matías, Matías le llamó una voz.
Matías como un relámpago se paró, para después ponerse de rodillas.
-Te escucho, Señor – dijo.
-El mar es testigo de tu promesa, como la gaviota y, la pardela. Me he dado cuenta de tu fidelidad y, paciencia, que has reconocido que soy el creador de todo cuanto existe, que soy el único Dios.
-Matías, Matías – Le llamó.
-Sí, Señor.
-Hoy es tu día Matías, mira el cielo.
Matías levantó la mirada, miró que venía a él un corazón alado que tenía su nombre y, posteriormente, llegó otro corazón alado, que tenía el nombre de Inés. Esté corazón, entró en el corazón de nombre Matías. El recordó a su amada y, lloró.
-No llores Matías – Le dijo la voz -, porque hoy es tu día, no has perdido tu paciencia y, tu fe a pesar de estar al borde de la muerte.
Matías la obra que tú dejas ya tengo quién continué, no hables aún este sueño hasta que la veas, de está manera la reconocerás. 
Matías miró a la gaviota, está tomo el tamaño de una gaviota adulta y voló a los cielos hasta perderse, luego miro a la pardela y, sucedió lo mismo.
El cielo cambio de color, como un blanco transparente, entonces venía una paloma blanca con dos llaves sujetadas en sus patitas.
-Estás son tus llaves - le dijo la paloma -, pero primero tengo que escuchar el juramento para entregártelo. El recordó a su amada.
-Inés - hablo una vez más, como si ella estuviese a su lado -, mi amor recuerda que no puedo quedar sólo, recuerda también tú, nuestro juramento, para recibir nuestras llaves, porque sin ti mi corazón se secaría, no tendría donde refugiarse, porque este amor tú lo mereces, si estás conmigo el tiempo se detendrá, hoy también el cielo es testigo de todo el amor que te tengo, del amor que me has dado, toma mi mano y, hagamos juntos este juramento.

-Tú siempre tendrás las llaves de la puerta de mi corazón, esas llaves son únicas, no hay otras, es por ello que mi amor, que es tu amor, está seguro en mí y, soy dueño de tu amor – entonces empezó a escuchar la voz de ella que hablaba con él, sintió que regresaba por un túnel, este túnel era largo y tenía una voz envolvente, que le atraía, él se dejo llevar por el vacío del túnel seducido por esa hermosa voz, que a cada momento que le recordaba más a su amada Inesita, entonces apretó su mano, había un calor de mano suave muy conocida para él, sus ojos dejaron caer unas lagrimas de amor, mientras su rostro acompaño un sentimiento puro y, un suspiro que contagiaron a los presentes, que se sintieron emocionados, al escuchar el concluir el juramento a dos voces, al unísono, como si hubiese sido una obra teatral preparada -, porque antes de darte mis llaves, ya guardé las tuyas dentro de mi corazón, por lo tanto tu amor está seguro en mí, como yo en ti, porque dentro de mi corazón guardé las llaves de tu amor, para que nadie pueda robarme lo que tanto cuide con esmero y, paciencia – tragó un poco de saliva y, ella hablando entre sollozos miró que el abrió los ojos sin dejar de hablar - Escucha, soy el médico de tu amor, mas mi corazón tiene el sentimiento de oro, un sentimiento muy preciado y dorado, jamás se enamoró nuevamente, porque sólo nació por ti.
Todos los presentes quedaron mudos, unos lagrimearon, otros se abrazaron, tragaron saliva Doña Inés, había pronunciado su juramento, pero no sola, lo hizo al unísono con su amado se le miraba radiante, el rostro de mujer alegre, sonriente pero solitaria se borro, se llenó de un rostro reluciente y al mirarlos su mirada no era la misma estaba llena de un amor puro y sincero, pues no hay edad para el amor porque el amor es eterno.  

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